Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. El 23 de abril de 1616 murieron Shakespeare y Cervantes.
Cualquier sitio es bueno para disfrutar de la lectura.
lunes, 22 de abril de 2013
sábado, 20 de abril de 2013
jueves, 18 de abril de 2013
¡Qué imaginación tienen mis niños!
Todo iba de mal en peor. Desde que Marcos encontró la primera moneda, se habían sucedido un montón de acontecimientos inexplicables, sucesos que se escapaban de toda lógica.
Mientras esos extraños niños los conducían a no se sabe dónde, Ana pensaba en su hijito, y estaba muy preocupada. Su corazón iba a mil por hora. Anduvieron unos minutos y salieron del bosque. Desde la colina en la que se encontraban, se divisaban unos interminables campos de trigo que hacían olas como si de un mar amarillo, movido al compás del viento cálido y apacible, se tratara. Al fondo, en un alto, se erigía un majestuoso castillo, como los de de los cuentos, con 10 torres coronadas con grandes estandartes.
Profesora y alumno se miraron incrédulos. Conforme se acercaban, las dimensiones del castillo iban siendo más grandes. Anduvieron largo rato y por fin, llegaron al castillo. Traspasaron unas sólidas murallas y se adentraron en lo que parecía una aldea medieval. Marcos y Ana no perdían detalle de todo lo que veían. Llegaron a unas enormes puertas custodiadas por guardias armados. Entraron en una gran sala en la que esperaron unos minutos. Los niños que los habían conducido hasta allí a punta de espada, se fueron. Marcos y Ana se quedaron con los guardias. En la pared del fondo de la sala había un gran tapiz con un escudo bordado. Este escudo aparecía en todos los estandartes y banderas que habían visto. De pronto Marcos se dio cuenta de que era el escudo que se había proyectado en la pizarra de clase. El niño miro a Ana y le hizo una señal para que se fijara en el escudo. Ana afirmó con la cabeza intentando decir a Marcos que ya se había dado cuenta.
De pronto irrumpió en la gran sala un caballero alto y fornido, seguido de una mujer elegante y bien vestida, una niña de unos 10 años y un montón de gente que los acompañaban.
Los guardias hicieron una reverencia y dieron unos pasos atrás. El hombre se presentó y dijo que era el Rey Morlando, dueño y señor de esas tierras. El rey quería saber porqué Marcos y Ana habían irrumpido en sus tierras, de dónde venían y cuáles eran sus propósitos. Todos callaban esperando una respuesta, pero ni Marcos ni Ana sabían qué decir. No era fácil explicar que habían atravesado una pared como por arte de magia, que venían del siglo XXI, que estaban cansados, asustados y que no entendían nada. Su majestad, hombre de poca paciencia, al no obtener respuesta, mando encarcelar a los forasteros hasta que quisieran dar las explicaciones oportunas.
Asi es como Marcos y Ana dieron con sus huesos en las mazmorras del castillo.
Mientras esos extraños niños los conducían a no se sabe dónde, Ana pensaba en su hijito, y estaba muy preocupada. Su corazón iba a mil por hora. Anduvieron unos minutos y salieron del bosque. Desde la colina en la que se encontraban, se divisaban unos interminables campos de trigo que hacían olas como si de un mar amarillo, movido al compás del viento cálido y apacible, se tratara. Al fondo, en un alto, se erigía un majestuoso castillo, como los de de los cuentos, con 10 torres coronadas con grandes estandartes.
Profesora y alumno se miraron incrédulos. Conforme se acercaban, las dimensiones del castillo iban siendo más grandes. Anduvieron largo rato y por fin, llegaron al castillo. Traspasaron unas sólidas murallas y se adentraron en lo que parecía una aldea medieval. Marcos y Ana no perdían detalle de todo lo que veían. Llegaron a unas enormes puertas custodiadas por guardias armados. Entraron en una gran sala en la que esperaron unos minutos. Los niños que los habían conducido hasta allí a punta de espada, se fueron. Marcos y Ana se quedaron con los guardias. En la pared del fondo de la sala había un gran tapiz con un escudo bordado. Este escudo aparecía en todos los estandartes y banderas que habían visto. De pronto Marcos se dio cuenta de que era el escudo que se había proyectado en la pizarra de clase. El niño miro a Ana y le hizo una señal para que se fijara en el escudo. Ana afirmó con la cabeza intentando decir a Marcos que ya se había dado cuenta.
De pronto irrumpió en la gran sala un caballero alto y fornido, seguido de una mujer elegante y bien vestida, una niña de unos 10 años y un montón de gente que los acompañaban.
Los guardias hicieron una reverencia y dieron unos pasos atrás. El hombre se presentó y dijo que era el Rey Morlando, dueño y señor de esas tierras. El rey quería saber porqué Marcos y Ana habían irrumpido en sus tierras, de dónde venían y cuáles eran sus propósitos. Todos callaban esperando una respuesta, pero ni Marcos ni Ana sabían qué decir. No era fácil explicar que habían atravesado una pared como por arte de magia, que venían del siglo XXI, que estaban cansados, asustados y que no entendían nada. Su majestad, hombre de poca paciencia, al no obtener respuesta, mando encarcelar a los forasteros hasta que quisieran dar las explicaciones oportunas.
Asi es como Marcos y Ana dieron con sus huesos en las mazmorras del castillo.
domingo, 14 de abril de 2013
sábado, 6 de abril de 2013
70 años de PRINCIPITO
Se trata de uno de los libros más vendidos y su pequeño protagonista es conocido en el mundo
entero. El 6 de abril de 1943, hace hoy 70 años, se publicó por primera vez El Principito, en Nueva York, donde vivía entonces su autor, el escritor y piloto de guerra francés Antoine Saint-Exupéry.
El padre del pequeño no llegó a conocer el enorme éxito de su criatura literaria, que en un primer momento fue un fiasco. Saint-Ex, como le llamaban sus amigos, murió un año después de la publicación, a la temprana edad de 44 años. Siete décadas después, el libro, de apenas 100 páginas, es una de las obras no religiosas más vendidas de todos los tiempos. Su aniversario se celebrará con ediciones especiales en Estados Unidos, donde vio la luz por primera vez en la editorial Reynald & Hitchcock de Nueva York, en la Francia natal del autor, nacido en Lyon en 1900, o en Montréal, donde Saint-Exupéry solía reunirse con asiduidad con su editor, Bernard Valiquette.
miércoles, 3 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
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