lunes, 10 de marzo de 2014

El escritor que llevas dentro

Hola a todos. Perdón por no haber publicado "el cuento del viernes". He tenido problemas con la red este fin de semana. Un poco tarde, pero aquí os dejo la primera parte de la historia.

Feliz semana

Era un sábado luminoso del mes de abril. Dario estaba sentado con sus padres en una cafetería del centro de la ciudad muy frecuentada por gente joven. El chico tenía 11 años y vivía en Barcelona con sus padres. Era un niño agradable, con buen carácter aunque bastante reservado. Le gustaba observar a la gente y escuchar. Durante mucho tiempo había deseado tener un hermano para jugar, pero ya se había acostumbrado a ser hijo único. Los fines de semana pasaba mucho tiempo en su habitación leyendo cómics, jugando con su ipad y escribiendo. De mayor quería ser escritor. Tenía muy claro que le gustaba contar historias. Pero también salía con sus padres, cosa que no le entusiasmaba demasiado porque siempre tenían que ir de compras. Las tiendas no tenían mucho interés para él, salvo las de juguetes, las librerías y las de videojuegos. Pero precisamente ésas, eran las que sus padres no visitaban con más frecuencia.

Pues esa mañana de abril Darío observaba a través de la inmensa cristalera a un grupo de chicos que estaban sentados en la terraza mientras saboreaba un batido de chocolate con nata y caramelo líquido. Iban vestidos con ropa negra en su mayoría. Dos llevaban el pelo largo recogido en una coleta y otro se había rapado parte de la cabeza pero conservaba una trenza en la nuca. Les acompañaba un hombre de unos 40 años con barba y muy corpulento. Charlaban apaciblemente, parecían disfrutar del tiempo. Uno de los chicos se levantó y entró a la cafetería a pedir algo en la barra. Llevaba muchas pulseras y tatuajes de colores en los dos brazos. De pronto supe que se trataba de una banda de música, y el hombre que les acompañaba era su representante. Pese a lo que cabía esperar de un grupo de rock, no estaban bebiendo alcohol ni fumando. Bebían café, agua y batidos y hablaban tranquilamente. Seguramente sobre su próximo concierto. Las chicas que pasaban junto a la mesa de los cantantes se les quedaban mirando. Dario supuso que ese tipo de chicos modernos con pinta de malotes son lo que les gustaban a las chicas mayores que él.

Nuestro escritor pensó en la madre del cantante que estaba pidiendo dentro de la cafetería y se imaginó su cara de horror cuando vio llegar a su hijo a casa con su primer tatuaje,  pensó en un gran drama familiar. También imaginó los disgustos sucesivos, porque el chico tenía todos los dos brazos completamente tatuados.

CONTINUARÁ


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